Buenos días Rosalía. Silencio. Los ojos abiertos. La mirada perdida en algún lugar indeterminado del techo. Buenos días Rosalía. Silencio. Tantos meses repitiendo el protocolo, que hace tiempo éste dejó de serlo. Ha aprendido que cuando no duerme siempre responde a la ternura de la mirada cercana, de la caricia en la piel, aunque su mundo no se encuentre en este mundo. Guarda el abrigo en el armario. Se acerca a la cabecera, le da un beso en la frente e insiste con suavidad. Buenos días Rosalía ¿cómo estás?. Y Rosalía regresa de su particular limbo dibujando una sonrisa. Buenos días, bonita, estoy bien ¿Y tú?. Intenta que no se quiebre la voz al responder bien, Rosalía, muchas gracias.
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