martes, 12 de octubre de 2010

Una lágrima

Charles Sheeler. Upper Deck. 1929. Oil on canvas. 73 x 55.3 cm. Fogg Art Museum. Louise E. Bettens Fund. Harvard Art Museums. Cambridge. MA.

Y si no es mal de muchos
que funciona tan bien
aunque ya sin cabeza
poco habrá que entender ...

José María Cano


En la playa el cuerpo decapitado de la mujer yace ladeado en descompostura cubierto con una raída manta que empapa la poca sangre que no ha filtrado el lecho de restos de conchas de caracoles negros que cubren entremezclados con las algas la recóndita ensenada a espaldas de la bahía.

Momento acordado para  que se acerque el inspector a relatar que los primeros interrogatorios parecen confirmar que ha desembarcado sola a primeras horas de la mañana. Sandalias pescador, playero azul, bolso de paja, gafas de sol, en agitada conversación celular, conversación de la que el resto de pasajeros ha sido incapaz de informar nada relevante. Mientras escucha el conciso relato, el duro comisario, gracias a los muchos años de oficio, improvisa callada pena ante la inesperada silenciosa lágrima que ha resbalado por el aniñado rostro de su nueva compañera.

Ella, desde su posición fijada de antemano, contempla la escena, repasa mentalmente sus obligaciones, comienza a tomar notas con mirada firme intentando mantenerse profesional en su papel, pero no logra controlar la antigua emoción que, tras despertar de un mal sueño, ha regresado ocupándolo todo esta mañana.

Sólo espera escuchar el inminente ¡corten! ¡buena toma! del director para regresar a la realidad, antes de que un solo componente del resto del reparto descubra que, en su interior, ella es una reproducción exacta de la muerta de decorado. Y tenga que responder entonces a la pregunta ¿por qué una lágrima?.

- ¡Corten! ¡Buena toma!

- ¿Por qué una lágrima?, le pregunta Rod.


Nota: El cuadro de Charles Sheeler se encuentra en estos momentos, consecuencia de las obras que se están realizando en el resto de edificios, en una pequeña sala de los Harvard Art Museums junto a un precioso Pollock inmenso (como no), acompañados ambos de un Picasso diminuto pero muy bello. Upper Deck me inspiró unas pocas notas para una historia de marinos mercantes pero necesito más tiempo para desarrollarla. De momento la utilizo junto a este desatino como juego de contrastes con lo experimentado al contemplarlo.

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